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sábado, 27 de octubre de 2007

Premios Príncipes de Asturias



Reproduzco los discursos, ambos pronunciados en Hebreo, de dos de los premiados en estos prestigiosos premios.
El de DE AVNER SHALEV, PRESIDENTE DEL YAD VASHEM, MUSEO DEL HOLOCAUSTO DE JERUSALÉN Premio a la Concordia.

Escuche la entrevista que le hace en la Linterna de la COPE, César Vidal

http://ficheros.lalinterna.com/audios/politica291007.mp3

Y el concedido a AMOS OZ
Vean esta entrevista suya en Euronews con motivo de la concesión del premio.
Junto con una buena noticia. Otro español nombrado JUSTO ENTRE LAS NACIONES: Eduardo Propper de Callejón


OVIEDO. Un nuevo nombre se ha sumado a la honrosa lista de los veintidós españoles reconocidas Justos entre las Naciones por el pueblo judío. Y, de nuevo, los españoles podemos sentirnos orgullosos, porque el elegido es un compatriota: el diplomático Eduardo Propper de Callejón, cónsul de España en Burdeos y Vichy durante los primeros años de la II Guerra Mundial. El anuncio lo realizó Avner Shalev presidente del del Directorio de Yad Vashem, el Museo de la Memoria del Holocausto de Jerusalén. «Una de ésas personas heroicas que defendieron los valores universales del hombre frente al terror», como señaló Shalev. Callejón, en contra de lo que ordenaba el Ministerio de Asuntos Exteriores español y su titular entonces, Ramón Serrano Suñer, en cuanto se dio cuenta de la magnitud del peligro que corrían los judíos les concedió visados para que pudiesen viajar primero a nuestro país y, posteriormente, pasar a otras naciones. A Eduardo Propper de Callejón aquella actitud («basada en lo que dictaba su conciencia»), le costó su carrera diplomática: fue destinado a un puesto sin importancia en el norte de África. Su hijo, residente en Estados Unidos, hizo la propuesta al Yad Vashem y tras cuatro años de investigaciones, el Museo de la Memoria del Holocausto le ha acabado designando «Justo entre las Naciones». Un orgullo para España.

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Los justos entre las naciones

DISCURSO DE AVNER SHALEV, PRESIDENTE DEL YAD VASHEM, MUSEO DEL HOLOCAUSTO DE JERUSALÉN



Nuestro viaje hacia aquí, a Oviedo, capital de Asturias, España, lo iniciamos mis compañeros de Yad Vashem y yo en Jerusalén, capital de Israel, santa para las tres religiones. Allí declamaron nuestros profetas y establecieron valores eternos para la existencia del hombre, valores que se convirtieron en la columna vertebral de la moral en la civilización occidental. Valores que se derrumbaron en el transcurso del Holocausto.
Pronuncio estas palabras ante ustedes hoy, precisamente en la lengua de los profetas, la lengua hebrea. En esta lengua rezaron nuestros padres y nuestras madres. En esta lengua clamaron multitud de ellos «Shema Israel» («Escucha Israel»), antes de ser asesinados en las cámaras de gas, en las fosas de fusilamiento y en los guetos (...) Durante nuestro viaje de Jerusalén a Oviedo, sobrevoló nuestro avión Europa, en la que fueron asesinados sistemáticamente seis millones de mis hermanos y hermanas. Sus vidas fueron sesgadas, la totalidad de su legado, sus obras y su cultura destruidos. Ello, principalmente por una ideología racista destructiva basada en el odio hacia los judíos y el antisemitismo. Se creó una nueva realidad sin precedentes en la historia de la humanidad. El estudio del curso del Holocausto da sentido a las palabras de Eli Wiesel: «No todas las víctimas eran judías, pero todo judío era víctima».
Seis millones asesinados. Una cifra inconcebible. Sin embargo, nuestra obligación humana es intentar concebirla. Cuando desgrano esa cifra de «seis millones» convirtiéndola en mi abuelo y mi abuela de Polonia, mis tíos y mis tías y sus hijos pequeños, personas de verdad, de carne y hueso, que nunca conocí y que nunca conoceré ya, entonces empiezo a concebir la magnitud de la pérdida.
Nahum Fridovitch, hombre de negocios judío, de la ciudad de Grodno en Polonia, fue expulsado con su familia a un gueto. En 1943 se encontró frente a un dilema existencial: sus familiares habían preparado un escondite a salvo de las acciones asesinas de los alemanes. Pero la posible salvación de todos ellos corría peligro por el llanto de tres niños pequeños, dos de ellos nietos suyos. ¿Quién se iba a sacrificar para quedarse con los bebés? El abuelo Nahum decidió quedarse. Quedarse expuesto y acompañar a los niños en su inevitable camino hacia la muerte. La mayor parte de sus parientes fueron descubiertos por los alemanes más tarde, y fueron asesinados también. Sólo uno de los nietos de Nahum, un joven de 15 años, consiguió sobrevivir. Durante año y medio aproximadamente, aquel joven, Félix Zandman de nombre, encontró refugio en un pequeño agujero bajo la casa de Yan y Yanova Pujalsky, una familia polaca cristiana. Al finalizar la guerra, no buscó venganza ni desesperó de este mundo. En cambio, decidió Félix Zandman... construir: cursó estudios superiores, fundó una familia, inventó tecnologías y emprendió actividades económicas fecundas en tres continentes. Pero no hay día en que no sienta dolor por el asesinato de sus familiares. Félix Zandman, nieto de Nahum Fridovitch, en paz descanse, está aquí con nosotros hoy.
Nos acompañan también otros supervivientes. Todos ellos se han unido a nosotros con toda lealtad para conservar la memoria del Holocausto e interiorizar su significado. Cada uno de ellos vivió en el transcurso del Holocausto tramas existenciales terribles y desgarradoras. No obstante, tras la liberación decidieron escoger la vida. En nombre de los aquí presentes, en nombre del pueblo judío, y si se me permite, en nombre de los hombres civilizados de todas las naciones, valga mi saludo a vosotros, los supervivientes, y mi reconocimiento por vuestra elección. Sois testigos de la brecha del pasado y guiáis el camino hacia el futuro.
El escritor español Jorge Semprún, que fue detenido por la Gestapo como miembro de la resistencia, sobrevivió a casi dos años de infierno en Buchenwald. Semprún encontró una misión en el mundo de la posguerra precisamente en el propio campo..., en una pila de cadáveres de víctimas asesinadas de la que brotaba el balbuceo de un judío, más muerto que vivo, empeñado en pronunciar ¿por quién?, ¿por sí mismo? el Kadish, la inmemorial plegaria judía por los difuntos. En la agonía de ese judío anónimo encontró Semprún sentido a la vida (...) En 1953, el Estado de Israel fundó Yad Vashem. Lo hizo para dejar constancia, documentar, investigar y hacer oír la historia del Holocausto (...) En la muerte de los caídos no hay consuelo ni sentido... a menos que asumamos, temerosos de Dios, una responsabilidad histórica: recopilar del fondo de los armarios y los cajones las cartas, los objetos, la creación intelectual, que expresan la identidad de las víctimas que fueron creados a imagen y semejanza. Recuperar las facciones de su rostro, anotar sus nombres. Formar a generaciones de educadores para que enseñen cómo estudiar el Holocausto, y cómo aprender de él. Y con todo ello fundar Yad Vashem, para proporcionar un escenario y dar forma a la historia de esta brecha y al eclipse de la luz en la que el asesino asesinó, la víctima luchó por la supervivencia con humanidad, el vecino vio y calló y sólo unos pocos intentaron salvar.
Esos pocos bienhechores de las naciones del mundo pusieron su vida en peligro y a veces la de sus familias, para garantizar que en la más profunda oscuridad brotaran algunos rayos de luz. Ellos son «los justos entre las naciones», valedores de la virtud por los que se ha acuñado un nuevo concepto en la cultura de la humanidad, entre los que encontramos también a españoles. Recordamos y conmemoramos sus actos y les saludamos.
Al extender nuestra mano con humildad y agradecimiento para recibir el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, nos embarga la sensación de una misión conjunta, expresión del creciente reconocimiento de que la memoria del Holocausto debe encontrar su justo lugar en la cultura de la humanidad.
En este premio hallamos la victoria de la tolerancia sobre el racismo, del amor sobre el odio, del bien sobre el mal. No sólo la maldad nazi histórica, específica y única, sino también la maldad que sobrevive y se renueva en nuestros tiempos del antisemitismo, el racismo y la xenofobia, en todo el mundo. Nuestro mundo no puede ya tolerar ni sufrir, a comienzos del siglo XXI, un genocidio como el que está sucediendo estos días en Darfur.
Al decidir conceder a Yad Vashem el premio, la Fundación Príncipe de Asturias manifiesta y proclama que la lucha contra los que siguen el camino de los nazis no compete únicamente a un organismo, a un pueblo o a una religión. Se trata de una lucha conjunta de toda la humanidad, en la que Yad Vashem desempeña una función primordial de vanguardia.
Dentro de poco mis compañeros y yo volveremos a «nuestro» monte, el monte de la memoria, en Jerusalén. En nuestras manos ostentaremos y mostraremos ante todos el premio que nos han otorgado. Volveremos a Israel reforzados por la esperanza de que la memoria del Holocausto sigue calando, ahora con mayor vigor, en la conciencia internacional, y gracias a esto, estamos más cerca de que se cumplan las palabras de los profetas:

«Y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; nación contra nación no alzará espada, ni se adiestrarán más para la guerra».




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La mujer de la ventana



DISCURSO DE AMOS OZ

Si adquieres un billete y viajas a otro país, es posible que veas las montañas, los palacios y las plazas, los museos, los paisajes y los enclaves históricos. Si te sonríe la fortuna, quizá tengas la oportunidad de conversar con algunos habitantes del lugar. Luego volverás a casa cargado con un montón de fotografías y de postales.
Pero, si lees una novela, adquieres una entrada a los pasadizos más secretos de otro país y de otro pueblo. La lectura de una novela es una invitación a visitar las casas de otras personas y a conocer sus estancias más íntimas.
Si no eres más que un turista, quizá tengas ocasión de detenerte en una calle, observar una vieja casa del barrio antiguo de la ciudad y ver a una mujer asomada a la ventana. Luego te darás la vuelta y seguirás tu camino.
Pero como lector no sólo observas a la mujer que mira por la ventana, sino que estás con ella, dentro de su habitación, e incluso dentro de su cabeza.
Cuando lees una novela de otro país, se te invita a pasar al salón de otras personas, al cuarto de los niños, al despacho, e incluso al dormitorio. Se te invita a entrar en sus penas secretas, en sus alegrías familiares, en sus sueños.
Y por eso creo en la literatura como puente entre los pueblos. Creo que la curiosidad tiene, de hecho, una dimensión moral. Creo que la capacidad de imaginar al prójimo es un modo de inmunizarse contra el fanatismo. La capacidad de imaginar al prójimo no sólo te convierte en un hombre de negocios más exitoso y en un mejor amante, sino también en una persona más humana.
Parte de la tragedia árabe-judía es la incapacidad de muchos de nosotros, judíos y árabes, de imaginarnos unos a otros. De imaginar realmente los amores, los miedos terribles, la ira, los instintos. Demasiada hostilidad impera entre nosotros y demasiada poca curiosidad.
Los judíos y los árabes tienen algo en común: ambos han sufrido en el pasado bajo la pesada y violenta mano de Europa. Los árabes han sido víctimas del imperialismo, del colonialismo, de la explotación y la humillación. Los judíos han sido víctimas de persecuciones, discriminación, expulsión y, al final, el asesinato de un tercio del pueblo judío.
Cabría suponer que dos víctimas, y sobre todo dos víctimas de un mismo perseguidor, desarrollarían cierta solidaridad entre ellas. Desgraciadamente las cosas no son así, ni en las novelas ni en la vida real. Por el contrario, algunos de los conflictos más terribles son aquellos que se producen entre dos víctimas de un mismo perseguidor. Los dos hijos de un progenitor violento no tienen por qué amarse necesariamente. Con frecuencia ven reflejada el uno en el otro la imagen del cruel progenitor.
Exactamente así es la situación entre judíos y árabes en Oriente Medio: mientras los árabes ven en los israelíes a los nuevos cruzados, la nueva reencarnación de la Europa colonialista, muchos israelíes ven en los árabes la nueva personificación de nuestros perseguidores del pasado: los responsables de los pogroms y los nazis.
Esta realidad impone a Europa una especial responsabilidad en la solución del conflicto árabe-israelí: en lugar de alzar un dedo acusador hacia una u otra de las partes, los europeos deberían mostrar afecto y comprensión y prestar ayuda a ambas partes. Ustedes no tienen por qué seguir eligiendo entre ser pro-israelíes o pro-palestinos. Deben estar a favor de la paz.
La mujer de la ventana puede ser una mujer palestina de Nablus y puede ser una mujer israelí de Tel Aviv. Si desean ayudar a que haya paz entre las dos mujeres de las dos ventanas, les conviene leer más acerca de ellas. Lean novelas, queridos amigos, aprenderán mucho.
Las cosas irían mejor si también cada una de esas dos mujeres leyese acerca de la otra, para saber, al menos, qué hace que la mujer de la otra ventana tenga miedo o esté furiosa, y qué le infunde esperanza.
No he venido esta tarde a decirles que leer libros vaya a cambiar el mundo. Lo que he sugerido es que creo que leer libros es uno de los mejores modos de comprender que, en definitiva, todas las mujeres de todas las ventanas necesitan urgentemente la paz.
Quiero agradecer a los miembros del jurado del premio Príncipe de Asturias que me hayan otorgado este maravilloso premio. Muchas gracias y mis mejores deseos a todos ustedes. Shalom u-brajá

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi más sincera felicitación.
Saludos cordiales.
Marina

Neguev and me dijo...

Gracias por tu felicitación. Del premio a Yad Vashem, nos congratulamos todos aquellos empeñados en que no vuelva a ocurrir.