Presentación del libro‘Auschwitz. El álbum fotográfico de la tragedia’. Casa Sefarad-Israel y Yad Vashem presentarán el lunes 21 de enero, con el soporte editorial de Metáfora, el libro Auschwitz. El álbum fotográfico de la tragedia. El volumen es una recopilación de fotografías tomadas por los agentes de las SS que documenta, por medio de cerca de 200 imágenes, la llegada a Auschwitz-Birkenau en 1944 de un “transporte” de judíos, la selección, la requisa de sus bienes y los preparativos para acabar con ellos. El carácter único del álbum se debe a que no existe ninguno semejante a él en todo el mundo y lo más sorprendente, que fue a parar a manos de una de las supervivientes, Lili Jacob.
Casa Sefarad-Israel y Yad Vashem presentan esta edición como primer título de una colección que se editará en España. Círculo de Bellas Artes (c/ Marqués de Casa Riera, 2).
Casa Sefarad-Israel y Yad Vashem presentan esta edición como primer título de una colección que se editará en España. Círculo de Bellas Artes (c/ Marqués de Casa Riera, 2).
Algunas imágenes aquí
hay una película documental sobre El libro de Auschwitz: "Auschwitz. L'Album la Mémoire", de Alain Jaubert. Editions Montparnasse Por si les interesara
ANTONIO LUCAS en las páginas de cultura del periódico EL Mundo escribía
http://www.elmundo.es/papel/2008/01/19/cultura/2309137.html
MADRID.- Algunos asomaban la punta de los dedos por los los huecos enrejados del vagón. Otros habían desertado ya de la vida. Respiraban un aire contaminado de miedo. Pasaban horas hacinados en coches para el ganado, de pie, a pleno frío. No conocían su destino hasta que pisaban el andén de Auschwitz-Birkenau, donde recibían una bienvenida de gritos y agresiones. Los miembros de las SS, una vez descargada la mercancía, iban separando a padres de hijos, a mujeres de hombres, a viejos de jóvenes. La niebla le daba más penumbra a su espanto. Venían a morir. Al fondo, las chimeneas de los crematorios I y II del campo de concentración echaban un humo de cuerpos recientes. A este lado del mundo estaba el infierno y entonces nadie lo dijo. El trasiego de judíos húngaros procedentes de Rutenia Subcarpática fue incesante durante años. Y el mejor testimonio de aquella infamia lo aportó un conjunto de fotografías estremecedoras tomadas por los propios nazis en la primavera de 1944. Con ellas armaron una secuencia siniestra que recoge desde la llegada de los prisioneros hasta el pillaje de sus pertenencias. Este documento se conoce como Album de Auschwitz (publicado ahora en España por la editorial Metáfora), uno de los pocos que recogen a pie de campo la realidad y la feroz condena de los miles de judíos deportados bajo el siniestro lema hitleriano de la Solución Final. El volumen reúne las 200 imágenes que integran aquel cuaderno que sirvió como prueba en los juicios de Fráncfort en 1964, de donde se dedujo que los artistas fueron dos miembros de las SS: el fotógrafo Ernst Hoffman y uno de los soldados encargados de tomar las imágenes identificatorias y las huellas dactilares de los presos que ingresaban en el campo de concentración. Un trabajo cuidado, con sentido de la documentación, que jamás mostraba la muerte de frente, sino sus daños colaterales, su pálido rebaño de huellas: prisioneros descendiendo de los vagones, primeros planos de disminuidos psíquicos (cebo inevitable de las cámaras de gas), maletas abiertas y amontonadas por el pillaje del Ejército alemán, ropas vacías, hombres y mujeres con trajes ajados en los que habían bordado una estrella amarilla desmedida... Nada revela explícitamente el crimen, pero todo grita por él. Las instantáneas tienen ese ánimo de propaganda que desarrollaron los nazis para registrar sus labores. Nina Springer-Aharoni apunta en el libro que las imágenes fueron «elaboradas de forma profesional, en la línea de la fotografía nazi. Contienen elementos antisemíticos característicos de las realizadas por profesionales del Reich. Representaban a los judíos como elementos degenerados y desviados que no aportaban ningún beneficio a la sociedad». Sin embargo, la función real de este archivo se desconoce. ¿A quién iba dirigido? ¿Quizá a documentar las labores desempeñadas en Auschwitz para mostrar la tarea a algún superior? El álbum, por un quiebro del azar, llegó a manos de una de las supervivientes de Auschwitz, Lili Jacob. En él reconoció a personas de su comunidad, a sus parientes y a sí misma. Y con paciencia que remontaba el asco y el dolor acumulados fue anotando el nombre al lado de cada uno de los rostros que conoció mientras fondeaba en los solares de la muerte. Aquel mes de mayo de 1944 fue uno de los de mayor tráfico de trenes en el campo de exterminio. Lili Jacob murió en 1999. Antes donó a Yad Vashem este testimonio feroz que toma forma de libro. Es el día a día de la atrocidad. El principio del fin, la prueba irrefutable de la devastadora labor del III Reich por segar a un pueblo hasta borrarle las huellas.
Para completar la información el Artículo que escribe Jon Juaristi en ABC
Cámaras
POR JON JUARISTI
De los campos de exterminio nazis quedan para la historia dos tipos de imágenes: las obtenidas por corresponsales y soldados aliados tras la liberación, y las que guardias y funcionarios civiles tomaron mientras la industria de la muerte trabajaba a destajo. El «álbum de Lili Jacob» recoge fotografías de este segundo tipo: instantáneas de la llegada a Auschwitz de un transporte con judíos de Rutenia, en mayo de 1944.
En contraste con las imágenes del primer tipo, éstas parecen extrañamente cotidianas, tranquilizadoras incluso. Nada que ver con las pilas de cadáveres desnudos empujadas por excavadoras hacia grandes fosas comunes, los esqueletos vivientes, los niños mostrando sus bracitos con números tatuados. Los rostros no denotan angustia. No hay en ellos gestos de desesperación, de terror. No lloran, no gritan. Tampoco sonríen: los semblantes denotan preocupación; quizá, en algunos casos, esperanza. Los sujetos van decentemente vestidos, tanto como en las calles de sus aldeas, por lo menos. Hay, como es obvio, diferencias notables en la indumentaria y aspecto de campesinos y burgueses, de pobres y ricos, de judíos hasídicos y judíos asimilados. El único elemento común a todos ellos es la estrella de David cosida en sus ropas.
Estos judíos no vienen de los ghettos polacos. No acusan la extenuación, el hambre, las enfermedades adquiridas en el espantoso hacinamiento de Varsovia. Incluso, ya rapados y vestidos con el uniforme a rayas, ellos; ellas, con el pañuelo y la bata gris, tienen aspecto saludable. No se desprende de estas imágenes ningún indicio de tragedia. Si no supiéramos lo que pasó después (a muchos de ellos, minutos después) hablaríamos sólo de expectación, aburrimiento masivo como en las largas colas ante las ventanillas.
No han perdido todavía, estas imágenes, el aire de lo que es narrable y descriptible, familiar. Si acaso, se advierte un contexto general de dominación totalitaria, de obsesión por el orden (vigilantes armados, separación de sexos, apilamiento y clasificación de objetos personales, formación de filas y encuadramiento en grupos) pero eso está en el espíritu de la época. Puestos a percibir contrastes con otras situaciones habituales en esos años -las de los trabajadores «voluntarios» en las fábricas de armamento de Alemania, por ejemplo-, sólo encontraríamos pequeñas intensificaciones en el control de masas.
Para una mirada actual, sin embargo, lo familiar se ha deslizado irreversiblemente a lo siniestro, y, si quien mira es un judío, se precipita en la gradación de lo infernal. Nuestra memoria abunda en imágenes de multitudes judías ante la orilla. Los hebreos de Egipto al borde del mar Rojo, los judíos portugueses en el puerto de Lisboa, los sabtaístas en el Cuerno de Oro. Estos judíos de los Cárpatos también están ante otra orilla, pero más allá de los muros que no vemos sólo espera la aniquilación y el silencio de Dios. Toda la fría ceremonia burocrática de la muerte transcurre en el interior de dos de los mayores inventos del siglo XX: la cámara fotográfica portátil y la cámara de gas. Entre una y otra, cuerpos que ascendieron hechos ceniza por las chimeneas de Auschwitz.
ENTREVISTA: SERGE KLARSFELD
"El drama del genocidio lo es de la cultura europea y cristiana". Hoy en EL Pais
4 comentarios:
Admiro el esfuerzo que se hace para que siempre esté presente el Holcausto, algo tan indescriptible tiene que pasar de generación a generación para que no olvidemos lo salvaje que puede ser el ser humano y el terrible daño que puede inflinjir.
Y a pesar del esfuerzo. El negacionismo no hace sino aumentar.
gracias por sus comentarios
La fotografía de esta criatura sentada es domoledora.
Es un enano,como dice la página de Yad Vashem. Los que tenían algún defecto físico eran los primeros de la fila.
A dwarf selected for death. In Birkenau, people who were handicapped or suffered from other physical disabilities were almost always sent straight to the gas chambers as they were deemed "unfit for work." (FA - 268/88)
http://www1.yadvashem.org/exhibitions/album_auschwitz/88-90a.html
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