Amenazas a un chueta en plena calle

AMENAZAS A UN CHUETA EN PLENA CALLE

Miquel Segura


Me ocurrió hoy mismo, miércoles 5 de septiembre, y creo que debo contarlo en ésta, nuestra página. Acudí a Sineu, un pueblo del centro de Mallorca, para realizar un reportaje. En dicho pueblo, al igual que en toda la isla, soy muy conocido por mis trabajos periodísticos. Precisamente, en el momento de ocurrir el incidente que voy a narrar, estaba recibiendo los parabienes de un grupo de viejos conocidos que, con palabras de ánimo, me daban coraje para seguir defendiendo aquello en lo que creo en mis libros y artículos. Estaba tan enfrascado hablando con ellos que no me apercibí que un hombre, desconocido para mí, se había unido al grupo. Tenía la cara enrojecida y los ojos llenos de odio. Aquel hombre expresó su disconformidad con las ideas expresadas en mis artículos y reportajes y yo le repliqué que me parecía perfecto que cada uno pensara lo que quisiera. En aquel preciso momento el rostro de mi interlocutor se enrojeció todavía más y me espetó:
- Me pregunto porque no te vas de una vez a Israel y nos dejas en paz!
- Ya me gustaría –le contesté sonriente- y tal vez lo vea usted antes de lo que piensa.
Supongo que mi comentario irritó todavía más a mi colérico interlocutor porque, tras un amago de dejar la conversación, volvió sobre sus pasos y me soltó estas tremendas palabras:
-Ni una hora durarías vivo en esta isla si dependiera de mi!

La anécdota, que no me causó ninguna conmoción, ilustra a la perfección la realidad mallorquina ante los chuetas. Lo he defendido en mis libros y en multitud de tertulias, siempre en contra de la opinión de los presuntos expertos. Nos odian no por lo que hacemos sino por lo que somos. Hay muchos otros periodistas molestos en Mallorca, pero a ninguno se le dice que se largue a Israel o se le amenaza de muerte, como ha hecho hoy mismo un individuo de cara rojiza en pleno mercado de Sineu, rodeado de gente.

Lo tengo escrito: puedo ser chueta si me estoy quieto y no molesto a nadie. En caso contrario, debo saber a lo que me atengo. Lo sé, por supuesto.

(Texto publicado con permiso del autor y protagonista de los hechos)