Ilán Grif es un niño de 9 años que ya actuó en una película - "Vacaciones de verano"- la que ha recibido premios internacionales y laudos de la crítica. El niño, sin experiencia de actuación previa, representó de forma excepcional el papel de hijo del rabino Menahem Idelman y enamoró al público.
El comediante israelí de origen francés, David Waks, habla de las diferencias o no entre el tradicional humor judío y el israelí. De paso, nos hace reír un poco.
El líder neonazi Gerd Honsik, condenado en Austria por negar el Holocausto y la existencia de las cámaras de gas en su libro Absolución para Hitler, fue detenido ayer por la mañana en Benalmádena, Málaga. Honsik, auténtico ídolo de los revisionistas de la historia, es buscado por las autoridades de su país desde que huyó en 1992 tras ser condenado por un tribunal de Viena a año y medio de presidio por sus publicaciones negacionistas. Un cambio legislativo en España ha permitido su detención. Honsik, nacido hace 65 años en Wien Oest (Austria), fue detenido a las 14.20 en las inmediaciones de su casa de Benalmádena por agentes del Grupo de Localización de Fugitivos y de la Udyco de Málaga, ambos adscritos a la Policía Judicial. El arresto fue en cumplimento de una orden de europea de detención y entrega dictada por las autoridades austriacas. El neonazi fue condenado en Alemania (a una multa) y en Austria (a una pena de prisión), países donde la negación del Holocausto es delictiva. Honsik fue detenido en su país por haber escrito y distribuido en Viena, entre 1986 y 1987, publicaciones bajo el título genérico de Las mentiras y la propaganda del Holocausto, en las que se negaba el exterminio de la población judía de Europa ordenado por Adolfo Hitler. Un tribunal de Viena lo juzgó en 1992 y fue condenado a 18 meses y 10 días de presidio "por reactivación de la ideología nacional socialista". Antes de cumplir su condena, escapó a España, donde incluso llegó a pedir, sin éxito, el estatuto de refugiado político, alegando que era perseguido por sus ideas políticas. La inexistencia de ese delito en España hasta que fue introducido en el actual Código Penal permitió a Honsik eludir las reiteradas solicitudes de extradición de Austria. Ahora será puesto a disposición del magistrado Baltasar Garzón, titular del Juzgado Central de Instrucción número cinco de la Audiencia Nacional. Honsik es también autor del libro 33 testigos contra las mentiras de las cámaras de gas y difunde mensualmente sus ideas a través del panfleto Halt (Alto o basta) y Sieg (Victoria). Sus obras han sido publicadas en España por una editorial vinculada a la organización ultra Cedade. Fue uno de los invitados del presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, al congreso que organizó en Teherán bajo el título Revisión del Holocausto, una visión global. "Las cámaras de gas existieron sólo para despiojar a los judíos, porque había una epidemia en Alemania", llegó a sostener en el juicio.
Algunos de nuestros juristas bienpensantes se escandalizarán ante el hecho. La sacrosanta libertad de expresión violada.Lo cual nos lleva a meditar sobre la aplicación del art 510 del CP español, que se hace eco, al igual que algunos otros europeos de la cuestión. Curiosamente, algunos de ellos no tendrían el menor empacho en justificar cómo necesaria la ley de violencia de género( o doméstica), para luchar contra la lacra que supone el dominio tradicionalmente ejercido en sociedades patriarcales sobre la mujer.
Recientemente ha muerto Raul Hilberg, el historiador del Holocausto, referencia obligada para todos aquellos que se interesen por ese tiempo de infausta memoria para"iluminar la evolución completa de los acontecimientos". Como recuerda Mercedes Monmany en un artículo publicado en Letras libres"Apenas armado al inicio por el material que provenía de documentos de Núremberg y del muy escaso por no decir inexistente legado de los consejos judíos, perdido durante la guerra o en la revuelta del Gueto de Varsovia, Hilberg se enfrentó a una curiosa paradoja: "Sólo los perpetradores —aquellos que habían iniciado o puesto en práctica las medidas antijudías— tenían una visión general". No los relatos dramáticos, es decir, la literatura traumática de los supervivientes, ni los ficheros o anotaciones inexistentes de las víctimas, tan destruidos como los que los pudieron en algún momento llevar a cabo. Tan pronto como "comprendió", dice Hilberg, "esta cadena de toma de decisiones"pudo ponerse a redactar un esbozo, lo que le permitió, como historiador, "adoptar una perspectiva alemana y ver el avance de los sucesos a través de ojos alemanes".
Todo comienza siempre, y continúa a través de las épocas, por un por qué. "Pocos años después de la Segunda Guerra Mundial, empecé a preguntarme por qué la muerte de millones de judíos europeos, a través de ametrallamiento o bien en cámaras de gas, llamaba tan poco la atención en Estados Unidos. Ni siquiera la comunidad judía estadounidense [...] manifestó mucho ultraje o desesperación." Así definía el historiador Raul Hilberg la magna empresa que emprendería a los veintidós años: investigar y registrar a fondo la destrucción de los judíos durante el Holocausto. Es decir, "la escala y la intensidad de la operación, aplicada por una burocracia alemana metódica y eficaz", que como decía este profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Vermont, "carecía de precedentes".Nacido en Viena en 1926, la familia de Hilberg dejaría Austria en 1939, para instalarse, tras un paso fugaz por Cuba, en Nueva York. Raul Hilberg comenzaría a estudiar el Holocausto en 1948, cuando estaba destinado como soldado del Ejército Estadounidense en suelo alemán y pasó varias semanas en Múnich, trabajando en el cuartel general del antiguo Partido Nazi. La monumental obra, que en origen constaría de tres volúmenes, ahora por fin traducida a nuestra lengua, llevaría por título La destrucción de los judíos europeos y su primera edición, más tarde revisada, aparecería en 1961.
Hoy en día para cualquier lector o estudioso interesado en el tema es una referencia absoluta para "iluminar la evolución completa de los acontecimientos". Apenas armado al inicio por el material que provenía de documentos de Núremberg y del muy escaso por no decir inexistente legado de los consejos judíos, perdido durante la guerra o en la revuelta del Gueto de Varsovia, Hilberg se enfrentó a una curiosa paradoja: "Sólo los perpetradores —aquellos que habían iniciado o puesto en práctica las medidas antijudías— tenían una visión general". No los relatos dramáticos, es decir, la literatura traumática de los supervivientes, ni los ficheros o anotaciones inexistentes de las víctimas, tan destruidos como los que los pudieron en algún momento llevar a cabo. Tan pronto como "comprendió", dice Hilberg, "esta cadena de toma de decisiones", pudo ponerse a redactar un esbozo, lo que le permitió, como historiador, "adoptar una perspectiva alemana y ver el avance de los sucesos a través de ojos alemanes".En años recientes —como seguirá diciendo Raul Hilberg— se ha producido "una verdadera explosión" de nuevas investigaciones y publicaciones relativas a la destrucción de los judíos en Europa. Una de las causas sería la apertura de archivos en países antes situados tras la Cortina de Hierro, así como el creciente interés público en muchas partes del mundo ("el destino de los judíos europeos, que se ha calificado de Mal absoluto, ha puesto de manifiesto la importancia de esta historia para evaluar otros acontecimientos catastróficos, tanto pasados como presentes"). La inusitada ferocidad y la maquinaria perfeccionada e industrial puesta en marcha para acabar con esta parte considerable de la población europea, apelando a su carácter étnico, religioso o cultural inasimilable, o a su imposible y nunca definitiva integración social en las comunidades raciales nacionales, ha ido poniendo de manifiesto para las generaciones sucesivas la importancia de mantener viva su "narración", su historia, su génesis completa y paulatina a lo largo del tiempo, para mejor conocimiento de ese acto de barbarie único, sin precedentes.
Una tarea intelectual "primordial", como se nos recuerda en la presentación de este gran proyecto de investigación, que supera el deseo de información y saber puramente históricos para convertirse en algo cercano a un deber, tanto a la hora de "comprender la política de nuestros mismos días" como a la de prevenir a las generaciones aparentemente lejanas de nuestros más inmediatos horizontes.Entre 1933 y 1945, los organismos públicos y las entidades empresariales de la Alemania nazi generaron un enorme volumen de correspondencia. Algunos de estos documentos fueron destruidos por los bombardeos aliados, y muchos más fueron sistemáticamente quemados (con distintas prioridades) en el transcurso de las retiradas o previendo la rendición. No obstante, el papeleo acumulado por la demencial burocracia alemana o, si se prefiere, por la implacable mente organizativa alemana, de gran eficacia en sus funciones, fue suficientemente vasto como para sobrevivir en "cantidades significativas", como dice Hilberg, incluso en la forma de "carpetas secretas". Cosa que, no hay duda, constituyó un material precioso para un historiador como él, interesado en plantear una narración "global", paso a paso y a base de secuencias, del proceso de aniquilación.Convencido de que los gobiernos occidentales, tendientes a un apaciguamiento de la situación, no reaccionarían, al final del verano de 1939 Hitler decidió invadir Polonia. Para los judíos esta fecha marcará el comienzo del espanto más absoluto: brutalidades y masacres, protagonizadas con especial ferocidad por los Einsatzgruppen o "fuerzas móviles de exterminio", es decir, grupos de intervención rápida, encargados de asesinar sin piedad a los judíos allá donde se encontraran; traslados forzosos; confinamientos en guetos cerrados.Toda una serie de medidas que provocaban al comienzo tanto la muerte súbita, inmediata, como "la muerte lenta", a causa de la pobreza extrema, de las hambrunas, pero también por el debilitamiento psicológico y el desamparo moral provocado por el continuo despojo y por las más abismales humillaciones. A partir de 1939 se comienza a transferir hacia el Este a inmensas masas de personas, en condiciones de la más radical brutalidad: apenas cubiertos por las prendas que llevaban, arrastrando cuando mucho pequeños hatillos, obligados a extenuantes marchas a menudo a pie por caminos cubiertos de nieve, bajo temperaturas inhumanas, tras las cuales numerosos de ellos perecían.
De 1939 a 1942 tendría lugar, pues, el proceso de evacuaciones y de guetización de los judíos europeos. El antisemitismo, antaño un sentimiento y una actuación estrictamente privados, familiares, hacía tiempo que se había hecho "idea" pública, aceptada, aplicada minuciosamente, legislada en cada uno de sus más precisos y macabros pormenores. Todo un proyecto de civilización se hundía y en su lugar aparecía pura y llanamente la barbarie. Un plan que conoció a lo largo del camino profundas mutaciones, y en el que la famosa Conferencia de Wannsee probablemente no significó más que otra etapa dentro de la firme decisión de Hitler, en junio de 1942, de emprender una "solución final" para un problema largamente enquistado.El libro de Hilberg es inapreciable, no sólo en su calidad de documento histórico único en su género, tanto por la minuciosidad como por el rigor inconmovible con que se acercó a través de los años, progresivamente, a la extremada complejidad burocrática, administrativa, de organización militar, que supuso destruir a cerca de seis millones de judíos en Europa ("esos enemigos con los que no podemos firmar un armisticio ni la paz", como diría un alto cargo del Reich), sino también por su ilustrativa exposición global, comparativa. Una complejidad del proceso, hay que decir, es que era aplicado por los perpetradores en unión con la tremenda desprevención de las víctimas, enfrentadas súbitamente a una matanza de semejante proporciones.
En ese espectro de total anulación de una "raza" que se ha decidido borrar de la faz de la tierra, cualquier tipo de particularismo o "vulnerabilidad" geográfica —como demuestra magníficamente el libro de Hilberg—, cualquier alianza política o específica confería "eficacia", contaba decisivamente para salvar del exterminio a mil posibles víctimas o para llevar directamente al crematorio de Auschwitz a cien mil más.
El desvalimiento era total. Tanto en países, bien ocupados (en algunos casos, sin "regímenes títeres", como era el caso de Noruega, directamente en manos alemanas), bien "satélites", como Croacia y Eslovaquia, que debían su propia existencia a Alemania, o bien países aliados "oportunistas", todo pasaba a convertirse en un factor decisivo a la hora de las deportaciones y de la destrucción de las comunidades judías, de la aceleración de las medidas o de las demoras ("saboteo de las medidas de la RSHA", como diría Himmler, sobre las órdenes llegadas de la Dirección General de Seguridad del Reich). Eso sucedería en zonas de la esfera de influencia alemana, como los Balcanes, donde se daba la mayor concentración de judíos. En esa zona del sureste de Europa vivían aproximadamente 1,600,000 judíos. Al hallarse controlada directamente por militares, las deportaciones se llevaron a cabo sin dificultades y resultado de ello, los judíos de Serbia y Grecia (la famosa destrucción de Salónica) fueron aniquilados.Otro factor sería la disposición a cumplir con cualquiera de las medidas con completa crueldad y eficacia. En el caso de Austria, por ejemplo, el ministro de propaganda del Reich, Goebbels, ya había dicho, admirado de los austriacos, que "la formación recibida del Imperio de los Habsburgo los había dotado de habilidades especiales para tratar a los pueblos sometidos". Por su parte, en países como Bulgaria, Rumania y Hungría, los alemanes tropezarían con dificultades considerables. Eran países que estaban en el bando alemán por razones oportunistas y siguieron una política de "máximos beneficios y pérdidas mínimas".
Por otro lado, estos países no compartían la concepción (y obsesión) que tenían los alemanes del "problema judío"; para ellos, eso era "una mercancía estratégica" para obtener ventajas políticas. Por consiguiente, cuando Alemania estaba en pleno ascenso, entregando territorios a sus asociados del Eje, se promulgaron medidas antijudías en un espíritu de acercamiento a ellos. En cambio, cuando Alemania estaba perdiendo y se hizo clara la necesidad de establecer contactos con los Aliados, los gobiernos de estos países se opusieron a las medidas antijudías para aplacarlos. En muchos casos, como Hungría, sin éxito. En una última maniobra desesperada, los alemanes avanzaron sobre Hungría y culminaron su meta: en la primavera de 1944, ayudados con fervor por los fascistas locales o "Cruces Flechadas", la mayoría de los judíos húngaros fueron aniquilados.Por su parte, las reticencias y escaso entusiasmo de los italianos, sobre todo a la hora de las deportaciones (como dijo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores, "los alemanes nos han querido sin respetarnos, y nosotros los hemos respetado sin quererlos"), tuvieron que ver mucho en todo el proceso de disparatada incoherencia mussoliniana. Un proceso en el que un día el Duce se declaraba a favor de un Estado judío ("un problema que afortunadamente no existe aquí") y otro se enfadaba con el líder del movimiento antisemita italiano, miembro del Gran Consejo Fascista, "por tener un secretario judío". "Ese tipo de cosas —comentaría Ciano en su Diario— que los extranjeros ven como prueba de la falta de seriedad de muchos italianos." Una falta de seriedad que seguramente no tuvieron jamás ni uno solo de los procesados en Núremberg...’’.[La destrucción de los judíos alemanes, Raul Hilberg. Barcelona : Akal, 2005. 1455 páginas]
Y una entrevista del recientementemente fallecido historiador
A estas alturas del año pasado, ya teníamos una guerra al sur del río Litani. Este verano, las portadas no vienen acaparadas por el Líbano, pero nadie ha olvidado la férrea resistencia que el movimiento islamista Hezbolá opuso al todopoderoso ejército israelí. El jeque Nasralá adquirió dimensiones de héroe mediático, oscureciendo por una temporada a Bin Laden, y su organización atendía con tal esmero los aspectos mediáticos que contaba incluso con un canal de televisión propio. Al-Manar, que se puede traducir al Alemán –el segundo idioma oficial de Mallorca– por El Faro. No sólo es la cadena oficial de la formación libanesa, sino también un excelente vademécum para terroristas islámicos. Por no jugar en exceso con el suspense, la noticia es que Al-Manar se recibe con nitidez notable en las inmediaciones de Marivent. Para entender el morbo de estas transmisiones, conviene recordar que la difusión del canal está prohibido por la Unión Europea, en atención a unos contenidos calificados de racistas, antisemitas y de apología nada encubierta del terrorismo. Con su recepción en las proximidades de la corte de verano mallorquina, topamos con las paradojas tecnológicas que siempre acaban por superponerse a las medidas de seguridad más sofisticadas. Conociendo la tentación censora de los gobiernos, habrá que perfilar los contenidos de la televisión de Hezbolá. En su controvertida parrilla figura por ejemplo un programa infantil titulado 'Los judíos se convierten en monos y cerdos, son aniquilados y arrojados al mar'. Aunque la película 'Borat' contenía bromas semejantes a cargo de un humorista judío, la diferencia es que Al-Manar se toma con notable seriedad sus programas educativos. Si le aburren los programas de animación, puede entretenerse con un programa de cocina, salvo que en realidad se trata de un espacio de bricolaje donde se brindan instrucciones sobre el manejo de explosivos. El acceso a esta programación –casi tan caliente como la guerra en curso en la Fórmula 1– se halla al alcance de cualquier parabólica con la orientación correcta. Ni siquiera es preciso trasladarse a la era de Internet. Aunque la televisión de Hezbolá dispone de una página web –almanar.com.lb–, que al ser solicitada debe disparar los mecanismos de control ideados por el espionaje norteamericano, un televisor basta para captar las emisiones en Mallorca. El espectador puede deleitarse con un elogio de la guerra santa contra los cristianos, teniendo como fondo las torres del palacio. De hecho, las ondas descifradas y trasladadas a la pantalla pasan por encima de la residencia regia. Es una prueba más de que la globalización resulta inapelable, y de que la concordia planetaria pasa por mecanismos más complejos que la simple persecución o el recurso a la guerra. Enfrente de la puerta principal de Marivent, hay un establecimiento de peluquería regentado por una simpática iraquí. Si se estableciera un radio de un kilómetro en torno al palacio, se encontraría a residentes de un centenar de países distintos. Baleares es la comunidad española con un mayor número de población extranjera según los censos –la proporción se acerca a uno de cada cinco residentes, la cuota real sería de uno a cuatro–. En Mallorca convive la inmigración de lujo, compuesta por centenares de privilegiados que gastan más de mil euros diarios para disfrutar de la isla, con los inmigrantes que, para reunir mil euros en su país de origen, necesitarían de otras tantas jornadas laborales. La Familia Real es un dato exótico más en ese gigantesco crisol, custodiada por más de doscientos policías que no pueden interceptar las ondas catódicas.